El agua no debe ser un elemento hostil y al cual tener miedo
Niños jugando en una piscina sin supervisión |
Aprender a nadar, y cuanto antes mejor, es fundamental para los más pequeños. No sólo como medida de prevención frente a los accidentes que ocurren cada año en los diferentes medios acuáticos, especialmente en piscinas, sino también para el desarrollo de competencias físicas y emocionales, vitales en el crecimiento. Por ello, los expertos animan a los padres a familiarizar a sus hijos con el agua lo antes posible.
Pero, antes de nada, ¿qué significa, realmente, aprender a nadar? "Saber nadar es conseguir autonomía de movimiento en el agua. Es decir, saber desplazarse en el agua en cualquier posición, dirección y sentido y con una coordinación de la respiración", explica Moisés Gosálvez, director de la Escuela Nacional de Entrenadores de la Real Federación Española de Natación (RFEN). Esta autonomía tiene un claro aspecto preventivo, según destaca el diario El Mundo.
No hay datos exactos todavía, pero se estima que el año 2013, alrededor de 100 niños fueron víctimas de ahogamientos, según Mª Ángeles Miranda, vicepresidente de la Asociación Nacional de Seguridad Infantil. Según el Decálogo de Seguridad infantil en Piscinas, elaborado por esta asociación, las lesiones en piscinas durante la infancia se triplican durante el periodo estival, siendo los ahogamientos el principal peligro. El documento refleja que el 70% de ellos ocurre en menores de seis años y además, tres de cada cuatro fallecimientos se producen en piscinas privadas.
Desde la Asociación Estatal de Víctimas de Accidentes (DIA) alertan también de este problema: "Los accidentes por inmersión en agua constituyen una causa importante de mortalidad infantil y de secuelas permanentes".
Recomiendan por ejemplo, poner vallas de seguridad en las piscinas y vigilar en todo momento a los niños cuando se bañen.
Habilidades motrices y control de la respiración
Además del claro componente preventivo, saber nadar tiene también una serie de cualidades importantes en el desarrollo del niño.
"La formación en motricidad acuática les dota de unas competencias que les permite desarrollarse como seres humanos más completos: les permitirá una mejor y más amplia relación con nuestro entorno más diverso, entre el que se encuentra el medio acuático", mantiene Juan Carlos Colado Sánchez, director de la Unidad de Investigación en Deporte y Salud de la Universidad de Valencia y experto del Consejo General de Colegios Oficiales de Licenciados en Educación Física y Ciencias de la Actividad Física y del Deporte.
Por su parte, el psicólogo educativo Jesús Ramírez ve importante esta práctica, además de los motivos expuestos, por otro factor: la respiración. Esto es, desde el punto de vista psicológico saber nadar bien es muy saludable, ya que se combina el ejercicio con la respiración acompasada. Por ejemplo, nadar una buena distancia a braza, despacio y acompasando la respiración como es debido, nos ayuda a relajarnos.
Comenzar siendo un bebé
La total autonomía en los niños se suele conseguir alrededor de los tres años de edad, expone Gosálvez, por lo que cuanto antes se empiece a relacionarse con el agua, mejor. En este primera etapa de cero a tres años es fundamental que el menor entre en contacto con el medio acuático de una forma natural y progresiva.
"Nunca debemos plantear el agua como un elemento hostil y sí hacerles disfrutar sin acelerar en ningún momento el proceso de aprendizaje. No hay que tener prisa", comenta.
Los padres pueden ser los primeros profesores de los niños proponiéndoles desde los primeros meses actividades y juegos en el agua. Y hay que empezar desde el propio hogar. Por ejemplo, según recomienda Colado, es importante que desde casa se les propicieencuentros relajados mediante baños con masajes, deslizamientos, canciones, giros básicos, contacto del agua de forma discreta con las zonas sensibles de la cara, por ejemplo. Todo esto, sostiene este especialista, podría estimular un nexo comunicativo y afectivo inigualable con el adulto, a la vez que favorecerá en un futuro una evolución más rápida hacia el conocimiento básico y dominio acuático.
Por tanto, el trabajo en este periodo se basa en la adquisición de experiencias en el nuevo medio a través del juego, y de una forma muy global y de descubrimiento. Si esto se lleva a cabo en esta etapa, insiste Gosálvez, la autonomía en el medio acuático se conseguirá de una forma muy natural y con gran motivación. Eso sí, es importante tener en cuenta, que aunque el niño esté totalmente familiarizado con el medio acuático, puede ser que antes de los tres años no tenga una total autonomía en el medio, un aspecto importante a contemplar de cara a la prevención y seguridad.
¿Miedo al agua?
En el otro extremo, si un niño empieza a nadar más tardíamente es posible que desarrolle una cierta sensación de inseguridad. Sin embargo, no tiene por qué cogerle miedo al agua. Según comenta Gosálvez, cuanto más tarde comienza el proceso de aprendizaje, más posibilidades hay de que ese niño haya tenido experiencias o vivencias negativas en relación con el agua. Puede haber entonces, ciertas sensaciones de miedo y ansiedad.
Sin embargo, hablar de fobia al agua son palabras mayores. Las fobias, explica Ramírez, se generan por las razones más diversas que uno se pueda imaginar sin que sea necesario el contacto directo con el agente.
"Muchas personas tienen miedo a las arañas o a otros animales cuando realmente nunca tuvieron ningún problema con ellos. Lo mismo ocurre con el agua, que de por sí no debería generar ningún tipo de miedo puesto que es el medio en el que se desarrolla el ser humano durante la gestación", explica.
Por este motivo, lo más recomendable es enseñar a evitar situaciones peligrosas y a hacerles frente si aparecen. Por ejemplo, según expone el psicólogo educativo, haber hecho o no la digestión es independiente a disfrutar de un buen baño. Sin embargo, la diferencia de temperatura sí resulta peligrosa, por lo que es preciso que el niño aprenda a atemperar el cuerpo antes de entrar en el agua para que no haya ningún shock que pueda poner su vida en peligro.
A pesar de todo, "el proceso de aprendizaje se puede comenzar en cualquier momento, pero siempre es recomendable hacerlo en los primeros años de vida y respetando las etapas evolutivas del niño", concluye Gosálvez.
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